El otro día fuimos a dar una buena vuelta en las bicis, y desde el paseo marítimo rumbo Carril llegamos hasta el monte de la capilla de San Roque. Hacía calor veraniego a pesar de estar en invierno y lo disfrutamos mucho. El cielo estaba azulito, el sol rayaba con ganas, pero bien rico, y miles de ramitas de señores árboles del poco monte que queda esperaban ser besadas. Pero sólo una fue la elegida, una ramita chistosa que había que sostener con una mano por un lado y para poder besarla en el otro extremo.
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