Que la primera sorpresa del día fuese una ardilla comiendo tamarindos a su antojo, en el árbol que daba a nuestro balcón frente al mar, significaba que iba a ser un día inolvidable. Después de un lindo amanecer y un delicioso desayuno mexicano, fuimos a pasear por el pueblo, del puerto hasta la plaza central de San Blas.
A unos pasos del hotel donde nos hospedamos estaban el atracadero/embarcadero/muelle de San Blas (Yamil nos explicó las diferencias pero me lié). Lugares inspiradores, esta vez sin música, pero inolvidables por sus tonalidades, ritmos y tranquilidad.
Cuando acabamos la ruta mañanera, nos fuimos al mar, comimos en la playa, comenzaron los jejenes a hacer su recorrido en mi cuerpo, regresamos a la alberca, y ya los piquetes me daban igual a pesar de la rascadera infinita. Ver pelícanos en vez de gaviotas te hacía olvidar las molestias cutáneas.
Fotos: Augusto Metztli y Marthazul.
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GRACIAS por ayudarme a seguir cuidando este bosque de árboles besados por el mundo.
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