El año 2017 comenzó con un episodio de violencia familiar, que poco a poco las mujeres de la casa fuimos superando, marcando para siempre la distancia "fraternal".
Recluída en mi espacio, pintando "La Bestia", cuidando y dejándome cuidar, fuimos lentamente caminando hacia adelante. Sin planes de nada, nada más y nada menos que poder vivir tranquilas.
Se acercaba la fecha del concierto de Elefantes, mi grupo español favorito, en Vigo, pero lo había descartado. Llegó febrero, fuimos salvando legalmente el problema, y dos días antes decidimos comprar las entradas para evadirnos.
Aún no habíamos tenido el privilegio de haber conocido a Libreta, y era la primera vez que "dejábamos" solito a Cartulino durante 24 horas, pero allá fuimos en tren, cambiando de aires.
Elegí ese árbol en Praza de Portugal (Vigo) para besarlo el 12 de febrero de 2017 en modo de recuerdo/agradecimiento a mi pequeña familia y a la música con todos sus colores y sabores.
*Momentos emotivos del concierto, con La vie en rose, inevitables lágrimas de Azul y regalo de Mediterráneo, y reencuentro especial con Jordi y Shuarma. Visita a una expo de algunas que fueron mis ¿profesoras de pintura? y otras que sí fueron artistas de verdad, e improvisado baño en una piscina sorpresa, con celebración al día siguiente de los 90 años de mi abuela en el que fue por mucho tiempo el Chilam Balam de los murales huicholes. Fue un pequeño gran viaje por todo lo que significó, y el final tranquilo que tanto merecíamos y necesitábamos. Y además Cartulino, aunque nos extrañamos, estuvo requetebien.
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