Una vez más, me salto el protocolo de publicaciones cronológicas, y por ser el día que es publico estas fotos. Son de hace justo un año, después de haber celebrado "el fin de año a la australiana" escuchando las campanadas a las 12 de mediodía. Este año he decido no ir por motivos políticos, o mejor dicho y porque está más de moda: yo también me siento indignada, y no apoyo tanta incoherencia del gobierno grande, ni del gobierno chiquito.
Era la hora de irse, después de que muchos habían rapiñado sus racimos, cotillones, yogures y copitas de champán... Seguía la música y la gente desfilaba a sus rumbos. Pero yo me detuve en medio del gentío y le pedí a Augusto, Amaro y Roi, que esperasen un momento. Se estaba celebrando una super fiesta en un parque que sigue en discordia. Un parque histórico de este pueblo, un parque de reformas caóticas y de mucho amiguismo, un parque sin bancos de azulejos queridísmos después de muertos, un parque con columpios minimalistas, un parque de aparentes líneas blancas que se desdibujan con nuestros pasos, porque como muchas obras urbanas que nos rodean "las piensan con las patas".
De todos modos me detuve, besé y abracé a uno de los 4 olivos que están en los pasillos laterales. Me colé entre las vallas de protección y demás restos de herramientas, y como queriendo parar el mundo, pisando la tierra más revuelta en el centro urbano, le dejé un beso a ese olivo, mientras la gente pasaba a sus cosas, como siempre, como todos... Lo bueno es que después de la larga reforma de este emblemático parque, los olivos siguen ahí. Fue el viernes 31 de diciembre de 2010 en el parque Ravella de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra). Ahora me queda besar y abrazar a uno de los muchos plátanos trenzados que protegen al parque.
Fotos: Augusto Metztli