Fue una fría mañana de diciembre al regreso de una rutinaria consulta con mi educadora en diabetes. Los resultados en ese momento no fueron muy buenos, pero seguí en la lucha... que no hay más ná.
Al bajar del Hospital de Montecelo decidimos hacer una parada
para saludar al viejo árbol que siempre veíamos de ida y vuelta, y me decía:
"Tengo que detenerme un día para darle un beso".
Con su capa verde, sus huecos y ramas fuertes e infinitas.
Está medio abierto, desgarrado por el paso de los años, con su interior azul, y en un lateral tiene un banco de piedra adaptado a su anatomía.
Según decía Frai Martín Sarmiento era el más grande del Reino de Galiza (en el siglo XVII); el mismo Castelao le dedicó una de sus ilustraciones en Cousas da vida... y también se dice que las promesas hechas bajo él jamás se rompen...
Besé este gran monumento verde en diciembre de 2010
en Santa Margarita (Mourente - Pontevedra).
Pero al igual que me pasó cuando besé al gran Ahuehuete del Tule, no pude irme del lugar sin acercarme al otro árbol que está detrás de la capilla, y que se ve pequeño comparado con el central y legendario.
Así que me acerqué y también lo besé.
Quizá este pequeño carballo también me haya ayudado a cumplir promesas glucémicas... al desaparecer la niebla.
Cuando nos íbamos quise fotografiarlos, y me di cuenta de que se ven como dos familiares viviendo a ritmos diferentes con sus sugerentes formas... Y aquí acaba la entrada de mis últimos árboles en 2010. Ahora a por los del 2011...
Fotos: A.Metztli y Marthazul
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