Después del delicioso desayuno, y ante las horas que nos quedaban por patear, aprovechamos para acercarnos al famoso Zócalo del DF. Era demasiado temprano, al menos para mí, pero allá fuimos. Pillamos en acción a los barrenderos, y decidimos entrar en la catedral (ya que nunca llegué a entrar en la de Puebla, y no sería por las veces que pasamos para arriba y para abajo).
Fue impresionante percibir en los pasillos de la catedral, o en otros lugares de la Ciudad de México, sus marcados desniveles del suelo, debidos al hundimiento de todo el DF, pues se sabe que se hunde 10 cm cada año aproximadamente (más información sobre ese problema aquí y aquí).
Aquí una breve explicación sobre la catedral del zócalo. Al salir me fijé en este tronco trenzado. Increíble: raíces trenzadas como cabellos... un milagrito ante mis ojos
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