Los desfases temporales me sobrepasan, y organizando los besos de árbol de mis queridos colaboradores, me olvidé de los míos. Hoy me acordé de este día. Uno de esos emocionantes del año, el día de la noche que vienen los reyes... magos. Aunque también es un día de puro consumismo, donde cuando quedan pocas horas para que pase la cabalgata con "sus majestades" a mucha gente le da el remordimiento en vena, y rebosa las tiendas para encargar a los reyes los últimos regalitos.
Nosotros estábamos recién aterrizados, intentando aclimatarnos a la brusquedad de aquí (que fue de lo poco que no extrañamos en el viaje). El cansancio por muchas más cosas que el jet lag fue denso, pero ya era hora de ir al super para rellenar nuestra mini nevera de antes, después de haber pasado por el 24 horas de casa de la abuela. Visitamos al compadre, pues era martes de mercado, saludamos a los queridos patitos del río del Con viendo que andaban tan frescos, y al pasar nos fijamos en este árbol. Su desnudez grisácea chocaba con el brillo de las pocas hojas que le quedaban, como restos de decorado navideño, pero puramente natural. Se veían los colores muy intensos, a pesar de la neblina, tan europea como nuestras prendas... y nuestras mentes ¿?
Besé este cálido arce de hojas rojas y amarillas, con mi colorido bolso de un tianguis poblano y toda la ropa de puro invierno, en el parque de A Xunqueira de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), fue la mañana del 5 de enero de 2010,y por lo tanto, mi primer besodeárbol de este año.
Fotos: Marthazul y Augusto Metztli
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