lunes, 9 de agosto de 2010

Beso junto a un escalón de piedra gris



Ellas son Pilvi y Al... quién me mandó estas fotos hace meses, y ahora que comienza la 2ª semana de agosto acabaré de publicar los últimos besosdeárbol de enero.
Ellas se perdieron unos días en la comarca del Bierzo para desconectar del mundo diario. Al animó a Pil a participar en esta buena causa y lo hizo así de entregada... Pilvi Fernández besó un árbol en Ponferrada (Léon; Castilla y León) a finales de enero de 2010.
Fotos : Alba R. Santos
Pero una vez más Alba quiso compartir este texto que escribió el mismo día que fotografió a Pil besando el árbol en Ponferrada ,y que pueden leer también junto a otras historias en su cajón de despistes... "Es un relato que forma parte del mismo sentimiento de aquella foto, de aquel día" Al...


Le gusta sentarse en el escalón de piedra a leer e ingerir bocanadas de humo hasta que el día se vuelve tan oscuro que quien pasa la confunde con la sombra. Hoy no llueve, al menos no para todo el mundo. Le abanican las hojas de los árboles. Y eso le gusta.

Lleva un abrigo rojo oscuro con botones grandes y bolsillos pequeños. No le gustan los bolsillos pequeños, nunca le han gustado. No guardan sorpresas, ni esconden secretos, ni descubre servilletas robadas en algún bar después de un café compartido. Le gusta el café, y las servilletas, y las sorpresas. Le gusta acariciar con la uña del dedo índice cada arista del libro de lomo gris oscuro. En la cajetilla… tan sólo le quedan cinco. Y duda. Y lo prende.

Le gusta dejar el tabaco a su lado, junto a las llaves, sobre la piedra fría del escalón. Sentir la soledad: sin coches, sin respiración, sin que el viento la moleste; sabe que nadie le pedirá paso, que -desde luego- nadie le pedirá uno de los cuatro cigarros que guarda en la cajetilla. Le gusta agarrar el libro sin prisa, sin pausa. Abrirlo condescendientemente. Le gusta releer las dedicatorias. Y la primera página. Relee decenas de veces la primera página… Le gusta anotar las palabras que más le gustan, memorizarlas y pintarlas de colores. Darles vida.

Le gusta darse cuenta de que se hace tarde. Levantar la vista de las letras y ver que el sol se ha escondido más y más. Apoya la cabeza contra la esquina gris del muro de piedra… derrite sobre el papel la bocanada de humo mientras busca el marcapáginas. Colecciona marcapáginas. Le gustan los libros gruesos, la verdad es que le gustan todos los libros. Y hoy, esta tarde, esperando que su abrigo rojo se diluya con la sombra de la noche relee, y fuma, y agota el aire

En paralelo, el personaje masculino de su historia le cuenta a otra chica con abrigo azul el secreto. Se besan. Sonríen. Ella los espía desde su escalón de piedra gris a punto de difundirse con la sombra. Le desconciertan los días en los que llueve para dentro, en los que al menos no llueve para la pareja que figura en la última página del libro de lomo gris oscuro.
Y le abanica la sombra. La sombra del árbol también gris.
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Alba R. Santos


En su cajón de despistes El escalón de piedra gris

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